BARRIO
PAMER
Nos gustaba jugar a la pelota.
Teníamos lugares de sobra para hacerlo. Incluso un amplio predio de nuestra
casa era un potencial campito de fútbol. Alguna que otra vez El Viejo se metía
con nosotros y superando sus problemas en una pierna se entreveraba para
hacernos más felices. Él lo sabía.
En esa casa amplia había lugar para
la abuela, su suegra, que se encargaba de plantar verduras y exquisitas
frutillas, cuidar de árboles frutales como durazneros, un ciruelo, higuera,
níspero y criar pollos y gallinas, entreverados nosotros entre dos perros, el
salchicha y el galgo. Y más lugar para recibir a familiares y compartir asados
a la sombra de los árboles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario