SALVADOR
Y JOSE
“Cuántos niños habrán sido invitados
por sus amigos para disfrutar corriendo en las canchitas del Parque Don Bosco.
Mi madre dijo que sí y mi padre, de sentimiento metido adentro, seguro que se
puso muy feliz.
Fue así que domingo tras domingo el
viejo y verde Nash 90-939 arrancaba desde el Barrio Pamer a la ciudad,
cruzándola toda y con destino en el viejo Parque.
Óleo de W.M. - Carrasquito y el Dacá |
Jugar era un deleite. Junto a
Pablito, Karlen, el otro Pablito, Gonzalo y Javier y otros más. O subir de categoría
junto a Manzanarez o Carqueja, que siempre me lo recuerdan.
Jugar de tarde los domingos en el
Parque era una felicidad completa. Esa satisfacción seguro sentiría El Viejo,
hincha celeste e hijo de José, el abuelo que vio nacer y crecer al club. Este
niño se dio cuenta de eso después, de grande, al conocer más la historia del
padre de aquel padre y ver su foto presidente en el club del Cerro.
Fueron algunos años de gorriones, de
semillas, cebollas, de baby, de medirse la altura en el Colegio San Miguel o de
comer mandarinas en el Parque. Fueron algunos años de celeste, de Salvador, de
algún campeonato ganado o de alguna final perdida en los penales.
El fútbol, que se alejaría de mí
poco tiempo después, logró que algunos de aquellos compañeros hasta lograran
campeonar en la primera para sentir una felicidad de privilegio. Aquellos goles
de la primera que, gritados por la hinchada, se sentían desde el Parque.
Cientos de niños recibieron la mano
cariñosa de Salvador y esperarían con los ojos bien abiertos el reparto de la
camiseta cielo. Cientos de niños pueden contar historias como estas. Las
mandarinas, la ansiedad y seguro muchas cosas que no se recuerdan, porque
cuando los botijas empezaban a correr tras la pelota era olvidarse de todo.
De grande se sienten revivir cosas
que de niño uno no se da cuenta. Haber estado tan cerca del abuelo al vestir su
querida camiseta. Toda una alegría, por qué no decirlo.
De Salvador, presidente para
siempre, siempre el recuerdo. Con Hugo lo recordaba un día a la tarde,
hablándonos en radio de celestes cosas y de su padre, paciente consejero,
mientras esperábamos los niños ansiosos salir corriendo para la cancha.
También me hubiese gustado verlo a
José al costado de aquellas canchitas infantiles. No pudo ser, vestido de
celeste él se había ido algunos años antes para siempre y por allá lejos, donde
parece ser que todo es celeste también”.
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