EL APELLIDO, LA BÚSQUEDA
DE UN NIETO
El Viejo ansiaba tener un nieto varón. Quería mantener
el apellido. Se daba la curiosa circunstancia que sólo él podía seguir
alargando el apellido Marotta en Soriano. Los descendientes de Cayetano
(hermano de mi bisabuelo) habían perdido esa posibilidad y a pesar que mi
bisabuelo Giuseppe tuvo siete hijos, sólo por el lado de mi abuelo José Domingo
y mi padre Wilde se podía mantener ese apellido que llegó a Mercedes a fin del
siglo XIX, desde Sicilia.
Ya Josefina, su primera nieta, iba
creciendo a nuestro lado. La “responsabilidad” en la venida pesaba entonces sobre
mí. Recién luego del parto sabríamos el sexo de nuestro primer hijo. Entonces
nació Camilo Gabriel, que en realidad debería haberse llamado Gabriel Camilo
para llamarlo por su primer nombre, pero circunstancias de última hora variaron
el orden.
Camilo Gabriel nació en el Sanatorio
de Mercedes, que queda enfrente de mi casa mercedaria. Fui a ella, El Viejo
estaba en su Taller, un 24 de agosto. También fue breve el diálogo, pero
intensas las sensaciones. “Nació varón, está todo bien”, le dije. El Viejo,
siempre de emoción escondida, hizo un gesto de sonrisa, me felicitó, yo me
volví al Sanatorio.
El Viejo quedó en su Taller, pincel
en mano o papeles de Villa Soriano tal vez, al caso no importa. Sin verlo sabía
yo que se había quedado muy feliz.
Claro que después llegó Marcos Iván
y más tarde Pablito Andrés. Tres nietos varones para “asegurar” a El Viejo que
seguramente el apellido Marotta continuará. Felizmente pudo disfrutar de sus
nietos largos años.
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