ESPAÑA
También supo visitarme en España.
Junto con mi madre pasaron unos 40 días en la bella Mallorca, en donde
realizamos muchos paseos y compartió momentos con sus colegas pintores de Art
Calviá, además de estar con sus nietos. Pero El Viejo tenía bien clara su
visita a Mallorca. Se dedicó a pintar. Una vez conocidos los bellos paisajes de
la isla junto al mar se compró un caballete y junto con los óleos y pinceles con
los cuales había viajado, se instalaba largas mañanas junto al mar, pintando
paisajes y disfrutando de su pasión. Más de alguno que paseaba por sus lugares
le comentaba cosas e incluso le hicieron propuestas de compras, que esa vez
rechazó.
En cada lugar histórico que
visitábamos de Mallorca estaba siempre su puesta de atención en los detalles
arquitectónicos, en las pinturas antiguas, tan antiguas que ya habían perdido
su brillo original, pero tan valiosas todavía, en escudos, en todo lo que fuera
tema por el cual había estudiado y trabajado tanto.
W.M. en Mallorca y el mar Mediterráneo |
Aparece también una faceta deportiva
en su visita a Mallorca, relacionada con su nieto Marcos, que había sido becado
por el Gobierno Balear y la Federación
Balear de Básquetbol para participar por cuatro temporadas en
el Centro de Tecnificación Deportiva, un lugar donde se combinaba el estudio
secundario y el entrenamiento intensivo, formándose como deportista. Si algo
había heredado Marcos de su abuelo fue la búsqueda constante de superación, su
disciplina para intentar convertir sus sueños en realidad. Había sido uno de
los grandes mensajes de El Viejo. Nunca pidió una carrera universitaria, nunca
pidió que intentáramos una situación de vida privilegiada, nunca nos pidió “ser
alguien” en el sentido aristocrático. Pero siempre estampó en silencio y
actitud su mensaje de apoyo para tener la disciplina de hacer con firmeza y
alegría las cosas que nos hacían sentir felices, que era su manera verdadera de
“llegar”, hacerlo para satisfacer nuestro interior, en armonía con las
obligaciones del diario vivir. Por eso hemos aprendido que “llegar” es
disfrutar lo que hacemos en el día a día y que en realidad no existe para
nosotros ninguna meta final. El mensaje fue la constante evolución y búsqueda.
Por eso seguramente tampoco queremos “llegar”.
Cuando fuimos a ver jugar a Marcos,
en España, El Viejo estaba sentado a mi lado… y lloró… al ver jugar a su nieto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario